Siempre me ha gustado el estilo sofisticado de la década de los 50. Fueron años primordiales que marcaron un antes y un después en muchos aspectos. La música, el cine, la historia. Hasta en la moda. ¡Me encantaba la forma de vestir de los jóvenes de entonces!
El modelo Audrey Hepburn era el prototipo de estilo y femineidad. Ellos, iban con corbata casi siempre. Solo tengo la referencia de lo que he visto en el cine o en la televisión, pero eran mis años favoritos.
Así iban a trabajar, a la universidad, de marcha… al fútbol. Siempre he creído que fue una etapa mejor para la juventud. Había más respeto, la gente estaba más educada y mucho más preparada… o eso era lo que pensaba.
Una idea muy diferente de la que me había hecho de los jóvenes de hoy. Siempre había creído que estaban necesitados de valores y estímulo. Que no tenían ilusiones y que salían bastante peor preparados al mundo laboral. Que, en general, tenían muy poca educación y eran muy irrespetuosos. Pensaba que pasaban de casi todo. Estaba muy confundida y quiero reconocer mi error.
Miro a mi alrededor, y fijándome, descubro a un grupo de canarios, chicos y chicas, que han dejado su casa y sobre todo, su clima, para venir a este otro mucho más inclemente, a estudiar mañana y tarde; moviéndose como pueden, comiendo en dónde pueden, para preparar, «sin distracciones«, el segundo ejercicio de la oposición de policía.
O pienso en la chica de 23 años que ha arrastrado su enorme maleta con exceso de equipaje por un aeropuerto desconocido, para llegar a una ciudad enorme y recalar en un diminuto apartamento de 17 metros, que más parece una «cantina chicana» que una vivienda. Desconociendo el idioma, la ciudad fría e inmensa, el carácter seco y distante de los habitantes. Sola, pero dispuesta a comerse el mundo.
Veo y saludo al «proyecto» de bombero que espera que abran la biblioteca a las 8 de la mañana con los ojos de sueño, en donde permanece hasta las nueve de la noche; con tan solo una parada de un par de horas. El tiempo de comer algo rápido y entrenar las pruebas físicas en un gimnasio. Así durante dos años, todos los días, sin desfallecer, aún sabiendo que las plazas que salen de «lo suyo» son pocas. «Ya se sabe… ¡con la crisis! me dice sonriendo.
Recuerdo a la niña que se sacó el carnet de conducir con apenas dieciocho años, y desde el primer día recorría incesantemente la distancia de más de 200 kilómetros para ir a trabajar, sin miedo a desenvolverse en el tráfico de una gran ciudad.
Tantos y tantos que han estado siempre a mi alrededor, pero en los que no había reparado. Todos ellos merecen mi respeto y mi admiración. Son valientes porque desafían y superan los miedos en pos de sus sueños. Ellos me han hecho cambiar la absurda idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
No fue mejor. Solo distinto. Hoy los jóvenes lo tienen muy difícil. Pero aún así hay una gran mayoría con los pies en el suelo y la cabeza sobre los hombros. Una generación de chavales muy conscientes de que nadie les va a regalar nada, de que el futuro hay que conquistarlo, que aún sabiendo que éste es bastante incierto, no solo no decaen sino que se enfrentan con coraje a la adversidad.
Tienen una actitud positiva ante la vida y eso es lo que va a salvarles. Lo que va a ayudarles a superar los retos. Todos ellos chicos admirables con tantas ansias de libertad como entonces, transgresores como entonces, pero con más obstáculos que entonces, en unos tiempos convulsos y bastante más inciertos.
Para todos ellos, todo el ánimo del mundo y mis mejores deseos, en la seguridad de que tanto esfuerzo se verá recompensado con la consecución de sus sueños.
También dedicada a ellos, esta canción del cantautor argentino Diego Torres que además de tener mucho ritmo, viene muy al hilo.
Vídeo |Renzonobb
Buen razonamiento aunque no estoy de acuerdo con él. Que hay muchos que si, que son válidos, si, cierto, pero que hay muchísimos que no lo son, también es cierto.
Quiero pensar que son muchos más los que son, que los que no son…jaja. Gracias por comentar